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Sunday, September 24, 2006 |
Que lo diga él - Contrasentido - 24/09/06
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Que lo diga él
Durante mi estadía en La Vega, tuve la oportunidad de tener acceso (como en otras ocasiones) a la señal de Cubavisión Internacional. Quienes me conocen, saben de mis simpatías con la Revolución cubana y con Fidel Castro (y los observadores que han punchado el "5" que está en la sección "Publicidad" se darán cuenta de que yo estoy apoyando la campaña por el regreso a casa de "Los 5 de Miami"), así que decir que me quedé gran parte del tiempo libre disponible pegado a este canal es algo que huelga (sumado a que eran los días de la 16ta Cumbre de los No Alineados)
Bueno, ideologías aparte, el asunto es que tuve la oportunidad de presenciar un concierto sinfónico (pude encontrar la reseña aquí) que se realizó en la Plaza de la Revolución con motivo del cierre del primer encuentro nacional de orquestas sinfónicas de Cuba... Lo primero es que me cautivaron cuando interpretaron algunos fragmentos de "Carmina Burana", incluyendo la obertura "Fortuna imperatrix mundi"... ¡yo me quería morir!
Más, no es de esto que quiero hablar. Quiero mencionar que, cuando el presentador del evento anunció que la orquesta iba a interpretar una versión inspirada en el poema de Mario Benedetti, "un padre nuestro latinoamericano", quedé intrigado por escucharla. Es una lástima que no andaba con grabadora para reproducirla aquí, pero, mientras eso viene, quiero que hoy, 24 de septiembre, en conmemoración del asesinato de Amín Abel Hasbún (quien entiendo que debe mirarse como un ejemplo para nosotros los jovenes en el sentido de que es posible ser buen dirigente y buen militante de lo que sea al mismo tiempo), ustedes descubran lo que descubrí yo en las letras de Benedetti.
Disfrútenla. Mientras tanto, Catarsis Catarsis.
Padre nuestro que estás en los cielos, con las golondrinas y con los misiles, quiero que vuelvas antes de que olvides cómo se llega al sur de Río Grande.
Padre nuestro que estás en el exilio, casi nunca te acuerdas de los míos; de todos modos, dondequiera que estés, santificado sea tu nombre, no quienes santifican en tu nombre cerrando un ojo para no ver las uñas sucias de la miseria.
En junio de mil nueve setenta y cinco ya no sirve pedirte "venga a nos el tu reino", porque tu reino también está aquí abajo, metido en los rencores y en el miedo, en las vacilaciones y en la mugre, en la desilusión y en la modorra, en este ansia de verte pese a todo.
Cuando hablaste del rico, la aguja y el camello y te votamos todos, por unanimidad, para la gloria, también alzó la mano el indio silencioso que te respetaba pero se resistía a pensar "hágase tu voluntad".
Sin embargo, una vez, cada tanto, tu voluntad se mezcla con la mía; la domina, la enciende, la duplica, más arduo es conocer cuál es mi voluntad cuando creo de veras lo que digo creer, así en tu omnipresencia como en mi soledad, así en la tierra como en el cielo, siempre estaré más seguro de la tierra que piso que del cielo intratable que me ignora.
Pero, ¿quién sabe?, no voy a decidir que tu poder se haga o se deshaga. Tu voluntad igual se está haciendo en el viento, en el Ande de nieve, en el pájaro que fecunda a su pájara, en los cancilleres que murmuran "Yes, sir", en cada mano que se convierte en puño. Claro, no estoy seguro si me gusta el estilo que tu voluntad elige para hacerse; lo digo con irreverencia y gratitud, dos emblemas que pronto serán la misma cosa.
Lo digo, sobre todo, pensando en el pan nuestro de cada día y de cada pedacito de día. Ayer nos lo quitaste, dánosle hoy. O al menos el derecho de darnos nuestro pan, no sólo el que era símbolo de algo, sino el de miga y cáscara,el pan nuestro.
Y ya que nos quedan pocas esperanzas y deudas perdónanos, si puedes, nuestras deudas, pero no nos perdones la esperanza; no nos perdones nunca nuestros créditos. A más tardar mañana saldremos a cobrar a los fallutos, tangibles y sonrientes forajidos. A los que tienen garras para el arpa.
Poco importa que nuestros acreedores perdonen así como nosotros, una vez, por error, perdonamos a nuestros deudores. Todavía nos deben como un siglo de insomnios y garrote, como tres mil kilómetros de injurias, como veinte medallas a Somoza, como una sola Guatemala muerta.
Y no nos dejes caer en la tentación de olvidar o vender este pasado, o arrendar una sola hectárea de su olvido, ahora que es la hora de saber quiénes somos y han de cruzar el río el dólar y su amor contra-reembolso arráncanos del alma el último mendigo y líbranos de todo mal de conciencia.
Amén.
"Esta es mi verdad, y con mi vida la defiendo". |
Desde la Redacción,
Alexei Tellerias en fecha 9:21 AM
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1 Comments: |
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indudablemente, benedetti conmueve con una verdad tan cruda y perdurable que de cuando en vez lamentamos pensar que es eterna...
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indudablemente, benedetti conmueve con una verdad tan cruda y perdurable que de cuando en vez lamentamos pensar que es eterna...